La noticia del fallecimiento de Miguel Ángel Russo golpeó fuerte a Humberto “Pacha” Baigorria. El exdefensor tucumano, que compartió plantel con él en Estudiantes de La Plata en 1980 bajo la dirección de José Yúdica, revivió con emoción la figura de su amigo. Entre recuerdos de camaradería y respeto, trazó un retrato íntimo de quien consideró “un ejemplo dentro y fuera de la cancha”.

“Me suena el teléfono y me dice mi hija: ‘Papi, falleció Miguelito Russo’. Temblaba, era una cosa increíble lo que sentía en ese momento. No quise saber más nada. Anoche no pude dormir. Estuve toda la noche despierto, sorprendido, impactado por esta triste noticia que a todos nos duele”, dijo en Fuerte al Medio, la propuesta deportiva de LA GACETA, donde no pudo contener la emoción al recordar los días compartidos con el histórico entrenador.

Un ejemplo

Para Baigorria, hablar de Russo es hablar de nobleza y compromiso. “’Miguelito’ era un flor de muchacho en todo sentido, como profesional, como futbolista, como técnico, como persona… Era maravilloso”, describió. “Había que conocerlo a Miguel, un chico perfecto en todo sentido. Fue muy querido, muy respetado, muy preparado. Se fue un vago fantástico, un muchacho espectacular, un capitán con una altura terrible”.

“Pacha” recordó su capacidad para hacer más simples las cosas, tanto en el juego como en la convivencia. “Siempre tenía diálogo. Conocerlo era un placer”, insistió.

El liderazgo en Estudiantes

En aquel Estudiantes dirigido por Yúdica, Russo ya se perfilaba como un líder natural. “Miguel era siempre el interlocutor, el que organizaba todo, y los muchachos asentían con la cabeza todo lo que él decía. Siempre estaba en todos los detalles”, rememoró Baigorria. “Indicaba el camino para que a todos los chicos no les falte nada, para que se sientan cómodos y a gusto”, indicó.

Su rol trascendía lo futbolístico. “Muchos jugadores tenían problemas con los directivos porque no arreglaban su contrato, y Miguel intercedía, hablaba y se solucionaba todo. Tenía una capacidad enorme para resolver las cosas”, destacó.

El exdefensor también recordó una de las costumbres más nobles de aquel grupo. “Con Miguel y los muchachos íbamos habitación por habitación, donde estaban los pibes de inferiores, y les dejábamos zapatillas, buzos, camisas. No era una obligación, era compartir. Era algo natural”, describió.

El vínculo

Aunque sus caminos se separaron, Baigorria y Russo mantuvieron el contacto durante años. “Siempre tuve la posibilidad de hablar con él. A veces me atendía y me decía: ‘Beto, después te llamo’. Pero siempre teníamos la línea abierta”, contó.

Cada vez que Russo llegaba a Santa Fe, Baigorria lo visitaba. “Nos poníamos a charlar, se levantaba de la mesa, me saludaba. Íbamos a saludar a algunos compañeros de trabajo de él. Siempre había forma de llegar a Miguel”, recordó.

Esfuerzo

Baigorria habló también del temple con el que Russo enfrentó su enfermedad. “Yo lo veía cuando dirigía, que caminaba despacito, que se sentaba, tal vez cabeceaba un poquito porque estaba cansado… me llegaba mucho, porque él estaba haciendo un esfuerzo terrible para sobrellevar esa situación. Todo el mundo sabía cómo estaba Miguel, pero él hacía una fuerza sobrenatural”, dijo.

También recordó las palabras del hijo del técnico. “Pedía que lo dejen tranquilo, que él sabía lo que hacía. Miguel se molestaba porque hablaban más de la cuenta, y pedía que calmen un poco la información”, señaló.

Para Baigorria, su pasión por el trabajo fue más fuerte que cualquier obstáculo. “Seguía dirigiendo porque dependía todo de él”, apuntalo.

Y cerró con un deseo que sonó a despedida y gratitud. “Siento mucho no poder estar allá acompañando a su familia. Que ‘Miguelito’ descanse en paz. Ya no lo veremos a la par del banco de suplentes, pero en la memoria de todos va a estar siempre presente”, finalizó.